En febrero de 2003, dos arquitectos de Tokio pusieron en práctica una brillante idea que se ha ido extendiendo por nuestro pequeño e interconectado mundo. Una buena idea que merece la pena conocer… y probar.
Las ideas más simples hacen las mejores soluciones. Mark Dytham (@markdytham) y Astrid Klein, arquitectos, lo tenían muy claro cuando se enfrentaron a un singular dilema en la promoción de su proyecto de networking:
¿Cómo reunirían a la mayor cantidad posible de jóvenes diseñadores en un espacio experimental, de modo que todos pudieran presentar su trabajo con éxito?
La solución propuesta por Astrid y Mark fue tan sencilla como genial. Decidieron establecer una única norma que los asistentes tenían que respetar a rajatabla:
La presentación debía constar de 20 diapositivas, y el ponente tenía que dedicar exactamente 20 segundos a cada una.
¡Imposible aburrirse! 6 minutos y 40 segundos por presentación.
No se trataba de una mera limitación de tiempo, pues eso ya estaba inventado (¡y sabemos que no funciona!). La verdadera clave estaba en el “20×20”, el método formal que de alguna forma “garantizaba” al ponente y a su público una exposición dinámica y sistemática de todas las ideas relevantes que merecía la pena compartir.
…Y por supuesto, la idea tuvo un éxito rotundo.
La buena acogida del formato pronto llevó a la creación de las PechaKucha Nights, que ya se celebran en más de 700 ciudades de todo el mundo.
El origen del término
Como ya habrás imaginado, el término viene del japonés: ペチャクチャ.Pecha Kucha (que podemos ver escrito junto o separado), es una onomatopeya japonesa que se usa para referirse al sonido de una charla casual.
En apariencia, la fonética de Pecha-Kucha no es complicada para los hispanohablantes, pero dicen los entendidos que en realidad se pronuncia así: pet-shah coot-shah.
Fuente
Comentarios
Publicar un comentario